André Bretón definiría en esa pequeña frase a nuestro país luego de una mala (e increíblemente absurda) experiencia vivida durante su visita a la Ciudad de México para ofrecer una conferencia en la Universidad Autónoma de México. Esta frase ha sido interpretada desde entonces para hacer referencia de México como un país en el que las cosas más incoherentes e impredecibles pueden ocurrir, y aunque, si bien, el surrealismo es un movimiento artístico que se compone de fundamentos más complejos, como el estudio del inconsciente y lo onírico, también explora la realidad a través del absurdo, y Bretón estaba resumiendo a nuestro país en esta última característica mencionada.
El inmueble ha recibido a “líderes de opinión” de distintas áreas de la sociedad orizabeña, académicos, líderes sindicales, obreros y campesinos, ingenieros, empresarios; una mezcla heterogénea que sólo un acto político puede reunir en un mismo recinto. En esos momentos no importa la vestimenta, el conocimiento ni la cantidad de billetes que cada cual traiga en la cartera, al menos durante un momento, determinado por la duración del evento, ya al finalizar los términos despectivos volverán a aparecer para repelerse los unos a los otros: los “jodidos”, “apestosos”, “riquillos”, “rateros”, “ignorantes”, “indios”; pero no en el acto político, ni en un mitin, allí la igualdad resurge entre los mexicanos, resuenan las frases juaristas y zapatistas como una plegaria que habita en los labios, lista para salir como un relámpago ponzoñoso. Allí todos son demócratas, revolucionarios, juaristas o maderistas.
Entonces hace su aparición el demócrata mayor, el hijo predilecto de la sociedad orizabeña, dos veces electo conforme a preferencia popular, él ha traído el progreso a la ciudad, otrora privada de “privilegios”, ahora Pueblo Mágico, como en la etapa más próspera de nuestro país, resurge la Pluviosilla.
“Pienso donar, de forma personal, una estatua de Don Porfirio Díaz; quisiera su opinión como líderes de opinión (sic) de la ciudad, sobre los efectos que tendría para Orizaba”, dispara.
Entonces por un momento el auditorio guarda silencio, muchos no atreven a ejercer una opinión, otros tantos han sido sorprendidos por su propia ignorancia.
“Es un patriota y merece todo el respaldo” sentencia César Silva, el dirigente sindical de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), y del Sindicato de Trabajadores de las Fábricas Textiles de Río Blanco”.
Entonces ahora todos son valientes y cultos, y ante la sorpresa del propio gobernante, la inmensa mayoría vota a favor de la propuesta, se colocará una estatua de bronce de cinco metros del dictador Porfirio Díaz Mori en la Plaza Bicentenario, que conmemora la Independencia y la Revolución (lo absurdo de lo absurdo, valga la redundancia).
“Injusta”, considera la reputación que se le ha dado al personaje histórico.
“Para mí es un personaje como todos, con cosas buenas y malas… puso orden al país, creo que fue una persona que entró en un momento difícil, es el individuo que vino a darle soberanía a México” agrega el alcalde.
El gobernante elegido por voluntad popular popular puntualiza ante los cuestionamientos:
“No sé sí lo aprueben los políticos, pero, la verdad, no me interesa, me vale madre”.
Si usted, que lee estas líneas, tiene un conocimiento básico de la historia de México sabrá que efectivamente, Porfirio Díaz, durante más de 30 años en el poder, trajo la modernidad, la cultura, la industria y la más exquisita moda francesa a México, que aprovecharon las élites de la sociedad, a costo sin embargo de la explotación laboral de los obreros, campesinos, indígenas y clases marginadas a manos de los terratenientes, quienes los asesinaban como animales a voluntad y sin un dejo de justicia.
Gente que trabajaba en condiciones infrahumanas y sin los mínimos derechos laborales. Una época en donde quienes impartían “justicia” eran también los responsables de muchas injusticias. Tiempos donde se mataba por la espalda.
Sabrá también que para vergüenza de César Silva, el sindicato al que representa y el cual le confiere un poder y privilegios económicos, fue impulsado gracias a la muerte de los mártires de Río Blanco, lugar donde dio inicio la Revolución Mexicana, que lucharon por los derechos laborales y sindicales y fueron asesinados a sangre fría por el gobierno de Porfirio Díaz, y que la “R” de la CROC, a quien representa, es por “Revolucionaria” (aunque de esto tenga nada) y que fue la primera confederación de trabajadores de carácter nacional, surgida después de la lucha armada (en pocas palabras, que gracias a la revolución a la que se oponía Díaz Mori, tiene chamba).
Habría, por otra parte, que decirle al señor alcalde, que la democracia obtenida en una revolución mal finalizada y mal dirigida, lo llevó al sitio donde se encuentra ahora, y que de igual forma es la voluntad popular la que tiene el poder para decidir a quién levanta monumentos, y el que le valga madres, sale sobrando.
Finalmente, todo lo que pueda argumentar en estas líneas, será insuficiente, frente a esa breve y contundente frase de André Bretón, que nos resume en el más puro sentido del absurdo.