martes, 23 de septiembre de 2014

Cantinflas; más inflada que Cantinflada


Hace algún tiempo me enteré de que finalmente, después de algunos años de rumores, se anunció la producción de una cinta sobre el llamado "Mimo de México" que sería lanzada a finales de este año, la noticia despertó mi interés (o mi morbo) por conocer el resultado del arriesgado proyecto, y digo arriesgado porque el cine mexicano no tiene mucha tradición en las cintas biográficas, y cuando se avienta el paquete  suele cometer pecados imperdonables (véase Zapata, El Sueño del Héroe. 2004, Alfonso Arau).

Debo aceptar que pese al mal trailer que presentaron hace un par de meses y a que el "sospechosismo" no me auguraba un buen resultado, guardaba una pequeña esperanza y ansiaba ver el filme, porque soy aficionado a la primera etapa cinematográfica de Mario Moreno, hasta hoy, aún después de observar los encabezados de las columnas de los críticos que lo despedazaban y que me resistí a leer para observarlo de la forma más objetiva posible.

Los poblemas de "Cantinflas" comienzan desde que se plantea la primera historia, porque el director decide contarnos dos historias de forma paralela que se desarrollan a ritmo semilento y que nunca terminan por encajar hasta casi el final de la película (y de forma burda). En ese primer punto narrativo observamos a Michael Todd, un productor de Broadway con el ambicioso proyecto de adaptar al cine la novela "La Vuelta al Mundo en 80 Días" del escritor francés Julio Verne, con muchas modificaciones e incluyendo participaciones especiales de grandes artistas de la farándula de Hollywood y del mundo, (Cantinflas incluido) que necesita conseguir de forma gratuita. ¿Notan como me estoy desviando demasiado del punto central?, exactamente lo mismo ocurre con la narrativa de esta primera historia en la que termina por parecer que el tema principal son las peripecias y retos que el productor debe sortear para realizar su pieza cinematográfica con Mario Moreno incluido (por si se les había olvidado). Es así que en la primera escena vemos a Barbara Mori ridículamente caracterizada como Elizabeth Taylor, con pupilentes color violeta (debo confesar que fue esto lo único que me arrancó una carcajada en toda la película) coquetear con Todd, antes de pasar a la segunda historia.

Una vez planteado lo que va a ser la primera línea narrativa, ahora Sebastián del Amo nos va a situar en el México del recuerdo de nuestros abuelos, en donde en las carpas surge la figura de Moreno que después de un par de escenas forzadas donde el personaje intenta boxear y torear, se gana repentinamente el éxito en la carpa donde lo corren el mismo día (porque la historia tiene que caber en dos horas).

Para la mitad de la película la historia del surgimiento de Cantinflas se desarrolló en una serie de cápsulas individuales que se van sucediendo cronológicamente sin un hilo narrativo que las conecte de forma adecuada, sino más bien una especie de chorizo (si buscamos una analogía adecuada), que por si no bastara se combina durante toda la cinta con la primera historia (que increiblemente tiene más fluidez que la segunda), provocando un efecto capaz de competir con el "Canal del Insomnio" ("El Canal del Congreso").

Las consecuencias de este desorden narrativo llegan a su máxima expresión cuando el director trata de mostrarnos los insípidos conflictos que se le presentan al personaje principal y a sus allegados y que nunca alcanzan una carga minimamente dramática porque jamás existieron en la historia detonantes representativos que los justificaran, por lo que llegan incluso a no tener sentido, ¿y a donde nos dirigimos?, a un pseudo clímax donde el segundo punto argumental parece inexistente y que tiene origen y se resuelve en diez minutos de la forma más melodramática posible.

Nos encontramos entonces con los últimos cinco minutos del filme en donde todo es felicidad al más puro estilo telenovelero (no en vano Televisa metió sus manos en el proyecto) con un desenlace que por si no era ya lo suficientemente predecible, la banda sonora nos lo va a gritar al oído.

Eso sí, durante toda la película pudimos ver representaciones de los personajes de la talla del fotógrafo Manuel Figueroa, Fernando Soler, Miroslava Stern, Dolores del Río, Pedro Armendáriz y Emilio "El Indio" Fernández, que parecen parodias de ellos mismos y que se sienten más necesarios en el film para Del Amo que la propia historia que nos presentó.

La figura emblemática de Cantinflas-Moreno, policromática e interesante, que lo mismo presentaba una cara humilde y compasiva que una soberbia, ambiciosa y neurótica, y que pudo haber jugado un papel importante en el drama, se queda de lado ante apenas un esbozo descafeinado del lado oscuro del personaje y que convierte a la película en un melodrama que nos deja una cuestión: o es Cantinflas sujeto de una gran admiración por parte del director o este último se vio limitado por los intereses de sus productores.

Hablando de la fotografía, cumplió su papel a medias y la corrección de color a una temperatura fría que nos muestra tonos más azulados y tan de moda en estos tiempos no son suficientes para darle el "gatazo" a la cinta que eso sí hay que decirlo, por presupuesto no se puede quejar.

Si me tuviera que quedar con algo, sería (contrario a muchos, tal vez) con la interpretación de Jaenada, que si bien en algunos momentos se percibe forzado, demuestra  haber estudiado y trabajado a su personaje hasta donde el guión se lo permitió, a fin de cuentas el actor no tiene la culpa de haber sido mal dirigido y desempeñarse en una historia totalmente plana y sosa que lo convierte más que en un actor en un mero imitador.

Finalmente que Oscar Jaenada sea o no mexicano, que si quien encarnara a Cantinflas debía ser hijo del maiz o no, es lo que menos me interesa, habría que recordarle al que se le olvide o contarle al que no lo sepa que hace más de seis décadas un señor de apellido Buñuel vino a nuestro país y realizó algunas de las más bellas y laureadas obras de la cinematografía nacional.



miércoles, 10 de septiembre de 2014

Puro Corazón

“Pero ¿con qué armas puede uno enfrentarse a la mala fe cuando se tiene la desgracia de ser puro corazón?” Apuró el último trago amargo que acentuaba el sabor a cebada y su bigote se empapó, antes de levantarse se llevó la manga de la camisa al mostacho y lo secó de una sola pasada mientras sus ojos releían una vez más la frase, que estaba escrita en la parte superior de la pared manchada del tugurio, y que sostenía en la esquina la figura de San Judas Tadeo con una ofrenda de agua y perejil, “Pero ¿con qué armas puede uno enfrentarse a la mala fe cuando se tiene la desgracia de ser puro corazón?”

Tambaleándose abandonó el lugar haciendo una señal que pudo haber significado cualquier cosa para cualquier fulano, para el hombre de la barra era una sentencia: ‘ai me las apuntas.

Se introdujo en la oscuridad y vagó por tres calles antes de identificar el camino a casa, al pasar por la catedral el reloj marcaba las cinco cincuenta y tres, él se puso el dedo sobre la sien y meditó.

Antes de retomar su camino cruzó a la acera de enfrente y en la única tienda abierta compró dos chlindrinas, una mantecada, un chamuco, un litro de leche y jugo de naranja.

Retomó su incesante recorrido no sin antes arquear un par de veces esforzándose por contener las bebidas en su cuerpo y al fin se detuvo frente a una puerta negra, entonces tuvo que apoyarse del poste de luz para encontrar las llaves dentro de su bolsillo. Después de una batalla con la cerradura se introdujo en una habitación sin luz donde el siguiente reto fue encontrar el apagador.

Al fin cruzó la sala y llegó al comedor, allí discretamente sacó de la alacena la porcelana y dispuso el pan sobre la mesa, sirvió dos tazas de leche y dos vasos con jugo de naranja, con un orgullo que se le desparramaba del pecho preparó un grito amoroso que se ahogó ante una voz chillona que lo sorprendió con los botones de la camisa abrochados en el sitio donde no correspondía y una marca de labial “rosa tropical” en la mejilla izquierda.

–¡Pinche borracho cochino!, ¿ya vistes qué hora es y todavía llegas con tu escándalo?-

El hombre apenas dio un paso atrás y su pie se encontró con media vajilla hecha pedazos por el piso,

-El desayuno- trastabilló.

-¡Que desayuno ni que la chingada!, ¿ya vistes el desmadre que hicistes?- reclamó la mujer con los ojos hinchados y el cabello desaliñado.

El hombre la miró fijamente y pareció perderse en los ojos de la esposa por unos segundos, entonces bajó la mirada y no contestó.

-¡Te estoy hablando! ¿por qué no me contestas?-

El beodo elevó los ojos y miró fijamente a la mujer, levantó lentamente el dedo índice de forma misteriosa y al fin convencido se expresó.

- Pero ¿con qué armas puede uno enfrentarse a la mala fe cuando se tiene la desgracia de ser puro corazón?-